Semillas invisibles, frutos eternos

¿Alguna vez has sentido que das y das, pero los frutos nunca llegan? Te esfuerzas, oras, sirves, y aun así sientes que tu trabajo no está produciendo resultados. Esto puede ser frustrante, desalentador, e incluso llevarte a cuestionar si vale la pena seguir. Tal vez te sientes cansada de sembrar sin ver una cosecha, cansada de entregar sin recibir, cansada de esperar… Es una sensación que muchas conocemos, y aunque el desánimo puede ser fuerte, hoy quiero recordarte que Dios te ve y valora cada acto de amor y servicio.

Gálatas 6:9 nos da un recordatorio importante: «No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.» La promesa aquí es poderosa. Aunque hoy no veas frutos, eso no significa que no los haya. Dios está trabajando incluso cuando no vemos evidencia inmediata. Él tiene Su tiempo perfecto, y nos pide que confiemos y perseveremos.

Muchas veces, buscamos resultados inmediatos. Vivimos en una cultura de gratificación instantánea, donde esperamos que nuestro esfuerzo sea recompensado rápidamente. Sin embargo, Dios trabaja de una manera diferente. La vida de fe es una vida de confianza en Sus promesas, no en lo que podemos ver ahora mismo.

Imagina que tu servicio es como una semilla. Al plantar una semilla, no ves resultados de inmediato. Puede que pasen días, semanas o incluso meses sin ver ni un brote, pero eso no significa que nada esté sucediendo. Debajo de la tierra, la semilla está echando raíces, absorbiendo nutrientes, preparándose para crecer.

Lo mismo ocurre con tu esfuerzo: puede que no veas resultados visibles, pero Dios está trabajando en maneras que no puedes ver.

Isaías 40:31 nos anima: «Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.» En esos momentos de cansancio, de desánimo, cuando parece que nada vale la pena, Dios nos invita a descansar en Él. A renovar nuestras fuerzas en Su presencia. A recordar que, cuando trabajamos en Su obra, nunca estamos solas.

1 Corintios 15:58 nos da una promesa clara: «Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.» Este versículo nos llama a ser constantes y recordar que cada esfuerzo, cada oración, cada acto de servicio, cada lágrima derramada, tiene un valor eterno. Tu trabajo en el Señor nunca es en vano, porque Él lo ve todo, y en Su tiempo, Él traerá fruto.

Querida hermana, nunca olvides que Dios ve cada esfuerzo, cada lágrima, y cada acto de amor. Para Él, tú eres Su hija amada, valiosa y preciosa. Él conoce la dedicación de tu corazón y no olvida ni una sola de tus obras. En Su palabra, nos asegura que no somos invisibles para Él: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse de lo que ustedes han hecho, ni del amor que le han demostrado al ayudar a Su pueblo» (Hebreos 6:10, NVI).

Cuando sientas que tu trabajo es en vano, recuerda que Dios te valora muchísimo más de lo que puedes imaginar, y que Él ve en vos a una sierva fiel que actúa con un corazón lleno de amor. Eres Su instrumento y Su hija amada. Él siempre está a tu lado, guiándote y asegurándote que tu vida y tus esfuerzos tienen un propósito eterno. Su amor por ti no depende de los resultados visibles, sino de quién eres en Él.

Hoy, te invito a que hagas una pausa y reflexiones sobre una área en la que te sientas especialmente cansada de dar sin recibir. Quizá sea tu familia, tu iglesia, tus amigos, o en tu lugar de trabajo. Lleva esta carga a Dios en oración, y pídele que te dé nuevas fuerzas para seguir adelante. Recuerda que Él promete una cosecha a su tiempo, si no desmayamos. Escríbelo, medítalo y comprométete hoy a confiar en que Dios traerá frutos visibles e invisibles a través de tu servicio.

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