Delegar… ese verbo del que se habla más de lo que se practica

¿Alguna vez te pusiste a pensar que la delegación nació del corazón de Dios? Si, podemos ver que desde el momento de la Creación Dios dio al hombre autoridad sobre lo creado y diferentes responsabilidades en las que debía ocuparse (Gen. 1:28; 2:15). Luego a lo largo de la Biblia nos ha dejado ejemplos de grandes líderes que para llevar a cabo el plan de Dios necesitaban de la ayuda de otros. Llegando al Nuevo Testamento encontramos al Señor Jesús, nuestro máximo ejemplo, armando un equipo de doce personas y luego de setenta para llevar a cabo la tarea de evangelización. Por último, vemos a Pablo que también fue armando equipos en diferentes lugares para que continuaran el ministerio. Ahora, ¿cómo cumplimos con esto hoy?
En la actualidad escuchamos que la sociedad valora a la persona que es “multifuncional”; aquella que realiza varias cosas a la misma vez en el menor tiempo posible. La realidad es que sin darnos cuenta muchas de nosotras hemos comenzado a convertirnos en esa clase de persona. Nos involucramos en una cantidad de actividades (dentro y fuera de la iglesia), siempre ocupadas, corriendo de acá para allá y no estamos dispuestas a soltar o delegar en otros algo de responsabilidad. Si somos sinceras, al final del día las muchas ocupaciones terminan agotándonos y hasta tal vez sin poder concluir con éxito todas aquellas cosas que había por hacer ¿Te sientes identificada? ¿Crees que es esto lo que Dios quiere para tu vida?
Quiero invitarte a que juntas estudiemos sobre este tema.

¿Qué es delegar?

Delegar es dar o transferir a una persona u organismo un poder, una función o una responsabilidad para que los ejerza en su lugar o para obrar en representación suya. Es descentralizar poder. Otros sinónimos podrían ser: encomendar, comisionar, confiar.
Si nos basamos en esta definición podemos darnos cuenta que, de alguna manera u otra, ya sea en el ministerio como en la vida cotidiana, todas tenemos una responsabilidad dada, funciones que cumplir o inclusive personas debajo de nosotras a las que se puede delegar. Si eres madre, tienes hijos, si eres líder tienes discípulos, si trabajas tienes un jefe o tienes un cargo.
¿Por qué es importante delegar?
Una persona no puede hacer todo solo, se necesita de la ayuda de otras personas. Bien se dijo que en la obra de Dios no existen llaneros solitarios ya que Dios nos ha colocado en el momento de la salvación dentro del cuerpo de Cristo y nos necesitamos los unos de los otros para poder hacer la obra (Ef. 4:16).

¿Qué implica delegar?

  1. Hay una persona en autoridad y un delegado – pareciera obvio esto, pero es importante saber bien cuál es tu posición para enfocarte correctamente en la función que te corresponde.
  2. Es reconocer la limitación de tus capacidades – podemos tener grandes cualidades, pero la realidad es que no podremos llegar al objetivo a corto plazo sin la ayuda de otros.
  3. Es escoger sabiamente las personas que serán delegados – No se debe tomar a la ligera esta tarea ya que puede repercutir en el futuro. En Hechos 6 vemos el caso de la disensión en la iglesia porque las viudas no estaban siendo atendidas como correspondía. Entonces los 12 pidieron que se eligieran varones para llevar a cabo esta función. Estos varones debían tener ciertas características, fueron cuidadosos en la elección. También los vemos en 2 Timoteo 2:2 “…esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.
  4. Es entregar poder para la toma de decisiones – Pablo nos muestra en Tito 1:5 su ejemplo de delegación de poder y autoridad en este joven para “corregir lo deficiente” y “establecer ancianos”.
  5. Es comunicar de una manera clara el propósito, objetivos, derechos y límites de la responsabilidad o función dada – Hay que ser específico y detallista a la hora de comunicar ya que se evitará confusiones en el futuro. La comunicación es la única tarea que no puedes delegar.
  6. Es confiar en los delegados, pero sin desligarse de ellos – Nehemías nos da ejemplo de esto (Neh. 4: 16-23). Él repartió las tareas, cada uno sabía lo que tenía que hacer y aun así, él estuvo con ellos.
  7. Es invertir tiempo – el gran error es pensar que es tiempo perdido la delegación, por el contrario, invertís tiempo ya que se llegará más lejos y con mayor eficacia cuando se delega (Ef. 5:15-17)
  8. Es trabajar en equipo.

¿Cuáles son los beneficios de delegar?

Para el que delega:

  1.  Ayuda a la salud – disminuye el estrés por querer cumplir con todas las responsabilidades.
  2. Facilita el trabajo – da tiempo y energía para resolver aspectos más importantes.
  3. Da oportunidad para crecer – va a poder detenerse para ver cómo Dios está obrando y hacia dónde se debe seguir.

Para el delegado:

  1. Oportunidad para demostrar todo el potencial que tiene – puede haber grandes capacidades en la persona que no son aprovechadas cuando no se delega.
  2. Aumenta la confianza y motivación – puede sentir que su autoridad descansa en que puede desarrollar la tarea con éxito.
  3. Estimula el poder creativo – hay libertad dentro de los límites establecidos para generar nuevas ideas.
  4. Estimula la identidad y lealtad – se consigue la sensación de equipo y un compromiso fuerte ¿Quién no quiere sentirse parte de algo?

Para el ministerio:

  1. Mejora la productividad – las necesidades se atienden más rápido. El alcance y fruto será mayor que haciéndolo solo una persona.
  2. Aumenta el liderazgo – da experiencia en la toma de decisiones, en la resolución de problemas y como resultado prepara para que en el futuro el delegado pueda tomar más responsabilidades

¿Cuáles son los enemigos de la delegación?

  1. El orgullo – creer que yo sólo puedo con todo (Ecl. 4:9-10).
  2. El activismo – el exceso de entusiasmo por el trabajo puede desenfocarte de lo que Dios realmente quiere que hagas.
  3. La postergación – no saber identificar cuando es el momento oportuno para dar lugar a que otros se desarrollen y crezcan
  4. La pereza – no querer invertir el tiempo necesario para explicar, acompañar y animar al delegado. Delegar el trabajo funciona, siempre y cuando el que delega también trabaje.

Deseo que al meditar en estas verdades puedas darte cuenta que la delegación es parte del plan de Dios para nosotras. Te animo a que reflexiones e identifiques si has tomado demasiadas ocupaciones, tal vez por no saber decir que no, y descuidado aquellas responsabilidades a las que sabes que Dios sí te ha llamado. Si nos detenemos por un instante y observamos a nuestro alrededor veremos que hay otras mujeres deseosas por ser parte de lo que Dios está haciendo. Aprovecha esto, busca en oración la dirección de Dios para discernir a quién y qué es lo que puedes delegar e involúcralas.

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